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España enfrenta un verano mortal: las muertes por calor extremo se disparan un 57% en julio de 2025.

Más de 1.500 personas han fallecido por altas temperaturas desde junio, superando las cifras del año anterior y evidenciando el creciente impacto de las olas de calor en la salud pública.

El verano de 2025 está dejando unas cifras alarmantes en cuanto a mortalidad por calor extremo en España. Los datos del sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria (MoMo) del Instituto de Salud Carlos III, adscrito al Ministerio de Sanidad, revelan un drástico incremento en el número de fallecimientos atribuibles a las altas temperaturas. Solo durante el mes de julio de 2025, se registraron 1.060 muertes por calor, lo que representa un escalofriante aumento del 57% en comparación con el mismo periodo del año anterior, cuando las defunciones ascendieron a 674.

Este incremento no es un hecho aislado, sino la continuación de una tendencia preocupante que se ha manifestado desde el inicio del verano. La primera ola de calor del año, que tuvo lugar a finales de junio y principios de julio, ya se saldó con 166 fallecidos. Con la segunda ola de calor del verano actualmente en pleno apogeo, las cifras de decesos podrían dispararse aún más. Solo en los cinco primeros días de agosto, se han contabilizado ya 58 muertes por altas temperaturas, aunque cabe destacar que en el mismo período del año anterior, que coincidió con una de las olas de calor más tórridas y prolongadas, las muertes superaron las 300. A pesar de esta diferencia inicial, el cómputo total desde junio de este año ya ha superado el registro del año pasado, con más de 1.500 fallecidos por calor extremo frente a los 1.080 del mismo periodo en 2024.

El calor extremo se ha convertido en una amenaza silenciosa y letal, con consecuencias cada vez más visibles en la salud de la población. Aunque el golpe de calor es la manifestación más conocida y dramática de los efectos de las altas temperaturas, no es la única causa de fallecimiento. Como confirman las estadísticas, un gran número de muertes por calor se producen por el agravamiento de patologías previas. El estrés fisiológico que las altas temperaturas imponen al cuerpo puede descompensar enfermedades crónicas, como afecciones cardiovasculares o respiratorias, y acelerar el desenlace fatal. Este mecanismo, menos mediático que los golpes de calor, es un factor clave en la elevada mortalidad que se está registrando.

Los grupos de población más vulnerables son, sin duda, los ancianos y los niños pequeños. Sus mecanismos de termorregulación son menos eficientes, lo que los hace especialmente susceptibles a los efectos del calor. No obstante, las altas temperaturas pueden afectar a cualquier persona, y es por ello que se insiste en la necesidad de extremar las precauciones. Los trabajadores al aire libre, que a menudo no pueden evitar la exposición solar durante las horas centrales del día, constituyen otro grupo de riesgo que requiere una atención especial.

Ante esta situación de alerta máxima, las autoridades sanitarias y la comunidad médica insisten en una serie de recomendaciones vitales para protegerse del calor. La más importante es evitar la exposición directa al sol durante las horas de máximo calor y reducir al mínimo el esfuerzo físico en esos momentos. La hidratación constante, bebiendo agua con regularidad sin esperar a tener sed, es otra de las claves para mantener el cuerpo en óptimas condiciones. El uso de ropa ligera y de colores claros, así como la aplicación de crema solar, son medidas adicionales que contribuyen a mitigar los efectos del calor en el organismo.

Los datos de 2025 demuestran que el cambio climático está intensificando la frecuencia y la severidad de las olas de calor, convirtiéndolas en un problema de salud pública de primer orden. La tendencia al alza en el número de fallecidos subraya la urgencia de adaptar las políticas sanitarias y de concienciación ciudadana a esta nueva realidad. La protección de los grupos más vulnerables, el impulso de campañas de información efectivas y la implementación de medidas estructurales en los entornos urbanos son acciones necesarias para mitigar el impacto de esta amenaza creciente.

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