
El aumento de las temperaturas debido al cambio climático se siente con mayor intensidad en los entornos urbanos, donde las olas de calor son cada vez más frecuentes y duraderas. Un estudio en el que ha participado la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) ha analizado cómo la población mayor de 65 años, uno de los colectivos más vulnerables, percibe y vive este calor extremo.
La investigación se centró en dos ciudades con patrones climáticos distintos: Madrid y Varsovia (Polonia). «Madrid se eligió por las temperaturas extremas, como un buen ejemplo del calor en el sur europeo. Varsovia se escogió por su reciente aumento de las temperaturas veraniegas y como ejemplo de las modificaciones en los patrones de calor en Europa continental», explica Paloma Yáñez, autora del estudio e investigadora del grupo Urban Transformation and Global Change Laboratory (TURBA Lab).
El estudio, publicado en la revista Geoforum, se llevó a cabo durante los veranos de 2021 y 2022. Incluyó entrevistas grupales, talleres y observaciones para analizar las experiencias cotidianas de casi medio centenar de personas. Además, se realizó una encuesta a más de 2.100 mayores de ambas ciudades. Los resultados son contundentes: un 89 % de los encuestados de Madrid y un 71 % de los de Varsovia afirmaron que el cambio climático afectaba a su vida diaria.
El calor no se vive igual para todos
El estudio critica la visión simplista de los actuales protocolos urbanos para afrontar el calor. «Lo que nuestra investigación busca es entender que el calor se vive de forma diferente según cada persona, en función de sus características físicas y sociales», destaca Yáñez. «Los sistemas de alerta por calor y los protocolos de actuación son altamente reduccionistas y marginan los efectos severos para algunas personas».
La investigadora subraya la importancia de entender las estrategias de adaptación que la población mayor ha desarrollado a lo largo de los años. «Entender estas estrategias y la capacidad de acción de los mayores es esencial, y tal vez la herramienta más importante que compartir», señala Yáñez, sugiriendo que estos conocimientos tradicionales pueden ser una fuente de inspiración para las nuevas generaciones y para países que no están acostumbrados a un calor tan intenso.
Impacto desproporcionado en las mujeres
La investigación también reveló diferencias significativas entre géneros. Las mujeres de más de 65 años reportaron más síntomas relacionados con el calor que los hombres, como sudoración, hinchazón, debilidad, pesadez y dolor de cabeza. Según las autoras, esta diferencia podría deberse a razones culturales y a estereotipos de género, ya que los hombres podrían ser más reacios a comunicar sus experiencias.
Sin embargo, los datos indican que las mujeres sufren una mayor afección física y más problemas de salud a corto y largo plazo. Yáñez advierte que esta situación es «problemática» debido a la falta de programas y protocolos específicos para gestionar el calor enfocados en las mujeres, quienes siguen siendo, en muchos casos, las principales responsables de los cuidados familiares, lo que agrava su situación durante el verano.
Críticas a las políticas públicas y estrategias tradicionales
Los participantes en el estudio expresaron su preocupación por las deficiencias en las políticas públicas. Señalaron problemas como una arquitectura urbana deficiente (plazas de cemento, falta de refugios climáticos), una mala gestión de los espacios verdes (tala de árboles, cierre de parques durante las olas de calor) y la pérdida de tejido social en los barrios.
La recomendación de «quedarse en casa» durante las olas de calor les recordaba al aislamiento de la pandemia de la COVID-19, lo que subraya la necesidad de buscar alternativas que no promuevan el encierro. En su lugar, los mayores reivindican sus estrategias de adaptación tradicionales, como ventilar de noche y cerrar persianas de día, ajustar el ejercicio a las primeras horas del día y buscar refugios fuera del hogar.
El estudio concluye que el conocimiento de cómo se vive el calor a nivel individual es fundamental para desarrollar estrategias de gestión más efectivas y humanas. «Nuestro objetivo ha sido demostrar que este tipo de conocimiento rige cómo vivimos el calor y es esencial para gestionarlo», finaliza Yáñez.