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Ante el fuego León respira, pero no descansa

Mientras Carucedo y otros pueblos regresan a sus hogares, el incendio de Castrocalbón se convierte en la principal preocupación, con más de 170 evacuados en La Bañeza y la noche como único aliado en el frente.

La provincia de León no duerme. Después de días y noches de lucha incansable, el amanecer trae consigo una mezcla de noticias alentadoras y una cruda realidad que aún quema. El incendio de Yeres/Médulas, que durante horas amenazó un tesoro del patrimonio de la humanidad, ha dado una tregua. La decisión, tomada esta mañana en el CECOPI (Centro de Coordinación Operativa Integrada), es un bálsamo para el corazón de la comarca: los habitantes de Carucedo, Yeres, Orellán y Las Médulas pueden, finalmente, regresar a sus casas. Es un alivio mayúsculo, pero no total. La sombra del fuego sigue presente y el regreso se produce con una cautela teñida de miedo. La evacuación se mantiene para los vecinos de Voces, el flanco norte del incendio, que sigue siendo un punto crítico, así como para aquellos que habitan en la zona de Ferradillo. El trabajo nocturno, centrado en la creación de contrafuegos entre Ferradillo y Voces, ha sido crucial para controlar la situación, pero la batalla está lejos de haber terminado. Los equipos de extinción volcarán sus esfuerzos en el control del flanco norte y sur, en una estrategia que busca cercar por completo el fuego para evitar que se propague hacia la carretera de Pombriego.

La noticia de la vuelta a casa llega en un momento de extrema tensión en toda la provincia. La amenaza ha mutado de un foco a otro, como un ser vivo que busca alimentarse de la desesperación. Mientras la comarca del Bierzo empieza a recuperarse, la Valdería se convierte en el nuevo epicentro de la crisis. El incendio de Molezuelas de la Caballeda/Castrocalbón acapara ahora la mayor parte de los medios de extinción disponibles. La magnitud de la emergencia es palpable: siete poblaciones continúan desalojadas, con sus vecinos observando desde la distancia cómo el humo devora sus hogares y su patrimonio. San Félix de la Valdería, Pobladura de Yuso, Calzada de la Valdería, Felechares de la Valdería, Pinilla de la Valdería, Castrocalbón y San Esteban de Nogales son los nombres de la tragedia en este momento. La situación es tan grave que ha sido necesario montar un campamento para los damnificados en el pabellón municipal de La Bañeza, donde Cruz Roja atiende a 170 personas, familias enteras que de la noche a la mañana han perdido su hogar.

El trabajo de los equipos de extinción durante la noche en este foco se ha centrado en una lucha titánica por la contención del perímetro en la zona de la cabeza y el flanco oeste. Es una batalla contra las llamas, pero también contra la incesante propagación que el viento y la sequía alimentan. Los operativos trabajan a contrarreloj para evitar que el incendio gane más terreno y ponga en peligro más poblaciones. Cada hora es crucial, cada gota de agua, cada pasada de un helicóptero o avión, un hito en esta guerra desigual.

A la desesperación por el incendio de Castrocalbón se suma la preocupación por otros dos focos activos en la provincia. El de Llamas de Cabrera sigue manteniendo a sus habitantes fuera de sus casas. Montes de Valdueza, Santalavilla, Llamas de Cabrera y Ferradillo permanecen evacuados. El perímetro activo en la zona este de este incendio es un recordatorio de que, aunque la atención mediática se desplace, la amenaza no ha desaparecido. Por su parte, el fuego de Paradiña presenta una evolución favorable, una pequeña luz de esperanza en medio de tanta oscuridad, pero sigue activo y en Nivel 2, lo que demuestra la necesidad de mantener todos los medios de extinción sobre el terreno y no bajar la guardia. La situación en la provincia es un tablero de ajedrez, con las llamas moviéndose de un lugar a otro, obligando a los responsables a tomar decisiones difíciles y a redistribuir los limitados recursos disponibles.

La sensación de impotencia se extiende por las comarcas afectadas. Los vecinos de los pueblos desalojados solo pueden esperar, rezar y confiar en el trabajo de los bomberos forestales, la UME (Unidad Militar de Emergencias), las BRIF y todos los medios aéreos y terrestres que se han desplegado. La solidaridad se ha convertido en la única fuerza capaz de dar consuelo. La labor de Cruz Roja en La Bañeza, el apoyo vecinal, las donaciones de alimentos y agua: son las pequeñas victorias humanas en medio de una gran derrota medioambiental. Esta ola de incendios no solo quema bosques, también deja cicatrices en el alma de un territorio que vive con la amenaza constante del fuego. La frase de que «León arde» ya no es un eslogan, sino una dolorosa realidad que cada verano se repite con mayor intensidad. Es una llamada de atención para la clase política, para los responsables de la gestión forestal y para la sociedad en general. La prevención es la única vacuna contra el fuego y la inversión en planes de limpieza y mantenimiento de los montes es la única estrategia a largo plazo que nos permitirá dejar de vivir con el miedo de que el próximo incendio nos arrebate nuestro hogar.

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