Ahora León / Texto: V.Vélez / Imagen: S.Arén
De vez en cuando se alinean los planetas y se lee por las redes sociales algo que merece la pena. La última de estas felices casualidades la tuve al encontrarme con algo sobre la belleza de las calles del Casco Histórico de León en las noches más solitarias.
Aquella inusual publicación trataba sobre el aura mágica que la luz tenue de las farolas del Barrio Húmedo confiere a los paseos nocturnos por la ciudad. Admirar esa placentera belleza de sus estrechas calles, con las propias pisadas como las únicas osadas en hacer frente al hechizo de un omnipresente silencio, es una sensación que estoy seguro que todos los leoneses hemos experimentado a deshora en alguna ocasión.
Tengo la impresión de que por estas tierras nunca reivindicamos lo suficiente, aunque sea para nosotros mismos, estas emociones que nos convierten en unos privilegiados. Es difícil de explicar para quien no lo haya vivido, pero por las calles de León se respira diferente. Aquí, si se abren bien los pulmones, te recorren mil y una historias de reyes medievales, de fueros y leyes, de tradiciones que todavía perviven y de otro tipo de batallas todavía por librar.
Por sensaciones como la de esos paseos nocturnos, bien silbe el frío invernal o acaricie la brisa veraniega, León resiste. Y es que esto es mucho más que una ciudad, es mucho más que una provincia y que unos límites geográficos. León es estar orgulloso de lo nuestro y de los nuestros, de sabernos únicos pero sin dar mucha guerra. Sin decirlo muy alto, no se vayan a enterar.
Un tesoro tantas veces descubierto y otras tantas por descubrir. León son momentos en púrpura y oro disfrazados de un paisanaje auténtico de gentes sencillas, tozudas y honradas. Un esplendoroso rincón que se resiste al paso del tiempo y en el que ahora confluyen las vivencias de cientos de pueblos que comparten el encanto de lo más auténtico.
A la sutil luz de sus farolas, las tierras de León están fuera de toda catalogación. Valles incomparables, montañas con vistas fascinantes, eternos campos coronados con mantos de oro, ríos cristalinos, interminables monumentos que respiran historia… No es patriotismo, es León.
Ahora se escucha que León está de moda. Como tal, un día la moda que se intenta vender terminará y quedará lo de siempre: las sensaciones. Unas sensaciones que son nuestras y nadie nos las podrá quitar. Las de una tierra que va más allá de idas y venidas, de un lugar de pureza y tradición en el que encontrarte con los tuyos. Porque eso es lo nuestro, el placer de la cocina de puchero y las ganas de ir al pueblo. Porque León es la morriña de cuando falta y la lumbre de la casa del abuelo. Esa sensación a media luz del paseo nocturno por el Húmedo.
Estas líneas se están alargando y, al fin y al cabo, al hablar de lo nuestro no hay que decirlo muy alto no se vayan a enterar. Todos somos de León, contentos de ser de aquí.