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Yo feminizo, tú feminizas

Ahora León / Noemí Carro / Opinión

El boom de estos dos últimos días en las redes sociales ha venido dado por las polémicas declaraciones de un alcalde conservador, seguidas de aquellas realizadas por el líder de la tercera fuerza política en España, en las que se nos ha presentado a uno como retrógrado y a otro como progresista ilustrado. Hasta aquí, el pan de cada día en Facebook y Twitter, pero, ¿es así?

Del alcalde de Alcorcón, David Pérez García, poco hay que decir. De lo que empieza siendo una reclama legítima hacia ciertos tipos de feminismo salta a la descalificación y la generalización, mostrando un rencor que existe en una parte de la población, pero que es inaceptable en alguien que ocupa un cargo público. Ese rencor, ampliamente estudiado por sociólogos y filósofos políticos, viene dado por una gestión concreta de las políticas de igualdad desde las instituciones, siguiendo una línea que, en la mayoría de las ocasiones, atenta contra la dignidad de las mujeres mismas al asumirlas como frágiles, débiles y víctimas, y contra muchos hombres al identificar al varón como raíz única de los problemas.

Señor David Pérez, menos mal que ya no es Viceconsejero de Empleo y Mujer, si no, tendría que dimitir, pero no se preocupe: estamos en España, eso mucho no se estila, cuando menos en su partido. Lamento, por otra parte, decirle que ninguna mujer que yo haya conocido defendiendo cualquier idea de feminismo -esté usted de acuerdo con dicha idea o no-, es una fracasada como persona. Amargada, frustrada y rabiosa sí, yo misma: harta de no poder volver a casa de noche sola. Aunque crea que las cosas han de hacerse de manera diferente.

De Pablo Iglesias Turrión, sin embargo, quizá haya más que decir. Su exposición mediática y su responsabilidad política y discursiva le hacen estar permanentemente en el ojo del huracán. Para Pablo, hay que feminizar la política. Esta “feminización no tiene que ver con la presencia de más mujeres en los consejos de las grandes empresas, [lo] que está muy bien, sino que tiene que ver con la construcción de lo político”. Aquí llegamos. La construcción de lo político es irremediablemente conflictiva, como mantienen autores como Chantal Mouffe, viuda de Ernesto Laclau y coautora con Íñigo Errejón del libro “Construir pueblo”. En la tensión que existe entre los diferentes grupos de presión clamando por derechos se genera un conflicto que no puede resolverse nunca a través del entendimiento deliberativo, porque no somos una especie que delibere racionalmente en exclusiva, sino que sacamos a la palestra, demasiado a menudo, nuestra esencia animal y ciertas pulsiones que determinan el resultado en las decisiones que tomamos.

La democracia, de esta manera, despojada de izquierda y derecha entre sus múltiples actores, solamente tiene sentido si creemos en la libertad y la igualdad, conceptos en los que estamos condenados a enfrentarnos, sin que sea posible que se imponga ninguna opción de manera perdurable. Estas ideas maman de la obra de Carl Schmitt quien, para quien no lo conozca, destacó en el siglo XX por definir el espacio político –también el internacional- en términos de quién es amigo, y quién enemigo.

Pero, volviendo a Pablo Iglesias, ya sabiendo a qué se refiere él exactamente con eso de “construcción de lo político”, que trasciende la idea de que lo político se construya, el de Podemos nos dice que es necesaria una feminización que pase por una solidaridad enfrentada con esa “virilidad consustancial a la política como la hemos conocido tradicionalmente (…) [construyendo] comunidad en los barrios, en los centros de estudio, en los centros sanitarios, en los centros de trabajo, (…) eso que tradicionalmente conocemos porque hemos tenido madres, [eso] que significa cuidar, cuidar al que tienes al lado (…)”. Así que mujer es igual a madre y cuidadora. A todas aquellas mujeres que han decidido no ser madres, o que, peor aún, queriéndolo no lo pueden ser, las desterramos. Cómo no vamos a caer en esencialismos si creemos que todo hombre es malo: hay que creer que toda mujer es madre. Pero, ¿cómo dejarnos convencer por Pablo, que es un hombre, entonces malo? Atención, aquí viene lo mejor.

“[Hay que] sustituir esa virilidad  burguesa, porque ha sido la clase adversaria la que ha construido los conceptos políticos”. Ah, calla. Que los que son los malos son los burgueses acumuladores de capital, desde un autónomo a Amancio Ortega o, ahora que está más de moda, Juan Roig, fundador de Mercadona. Nada, vete diciéndome cuál es el umbral que define que seas burgués o proletario a finales de noviembre de este año, por eso de aplicar la subida del IPC. ¿En serio? ¿Conceptos del XVIII para definir la realidad del XXI? Podríamos hablar de cómo el marxismo dio la espalda a la mujer, subordinando su lucha a la de clase, considerándola aún propiedad e instrumento para la causa al redefinir el matrimonio fuera del concepto de propiedad privada, e ignorando deliberadamente las propias reclamas de las mujeres y los jóvenes de promulgar el amor libre. Podríamos hablar, pero no, los hay –y las hay también- que siguen honrando la nomenclatura y el método de análisis de aquel sistema que nos prometió y, cuando fuimos a pedir, nos abofeteó en la cara.

La crítica fundamental que hace Pablo Iglesias a la política todavía no feminizada es la existencia de una forma de hacer las cosas que no cumple lo suficiente con lo que él entiende que debe cumplir, tras muchas asunciones previas. La existencia de mujeres en altos cargos no es importante, porque en realidad son “portavoces varones que son mujeres”, es decir, mujeres que perpetúan la manera masculina de hacer política.

Repasemos: política feminizada es cuidado de la comunidad, canalizado a través del poder estatal, y solo así se puede hacer “pueblo, formar parte de una comunidad que te protege, (…) defender el concepto de patria o de matria, la comunidad que te cuida (…) te educa (…) [y] construye tu referencia.” No solo hay varones que son mujeres, también el hombre solamente tiene sentido en su debilidad, en su fragilidad que es solucionable sólo si se adhiere al grupo, que lo llena de referentes y solventa sus conflictos existenciales al darle una identidad.

A los que queden fuera de esa identidad, los desterramos también. Si seguimos desterrando, uno se va a quedar solamente con quien piense igual que él mismo. Pero, cuanto más se profundiza en una conversación y en un análisis cualquiera, de la persona que tengo enfrente o de lo bien o mal que me parece el acabado de este objeto, más se evidencian las diferencias. Nos hartamos de proclamar que maneras distintas de pensar enriquecen el debate, y desterramos a quien no encaja con un discurso polarizador, desterramos a quien decide ser fiel a sí mismo y no caer en la idea de comunidad que parte del pueblo quiere vender, sometiendo las diferencias que, mal que le pese a muchos, son la materialización de nuestra esencia como individuos, la expresión de nuestra esencia como seres únicos.

Querido Pablo, la existencia de mujeres en consejos de administración sí es importante, porque se yerguen en referentes de cualquier otra mujer que considere que eso es lo que quiere hacer con su vida que, recordemos, y pese a los que condenan toda acumulación de capital como perversa, es algo perfectamente legítimo. No es el referente del “pueblo” que tú pregonas pero, oye, a lo mejor para otros sí está bien. Lo siento mucho, Pablo, pero la mujer sirve para mucho más que para conseguir políticas de cuidado: la mujer, como el hombre, como el niño, como el joven, vale por sí misma.

Así está el panorama, dos hombres diciendo qué tipo de feminismo es legítimo hacer, sin tener ni idea de que feminismo es mucho, mucho más. O, peor aún, teniéndola, y procurando imponer la suya propia. Como si epistemológicamente su observación de la realidad se pareciera a la nuestra en una medida tal que pudieran decirnos lo que es o no feminismo, sin caer en el paternalismo.

Haciéndonos indignas de elegir si queremos o no ser feministas, y cómo.

Ya, claro.

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