
El modelo educativo español continúa cosechando duras críticas. La última, la del reputado catedrático Ramón Espejo, profesor titular en la Universidad de Sevilla. El experto ha publicado el libro ‘El laberinto educativo y el aprendizaje fake’ donde cuestiona la situación actual resumiendo en un decálogo educativo qué medidas serían necesarias para solucionar la crisis actual.
Espejo destaca la necesidad, en un primer momento, de despolitizar la educación. Según el profesor, hay que dejar de usar la educación para fines políticos porque lo que se necesita es “una educación regida por criterios profesionales y sensatos, con una gobernanza exenta de políticos y pedagogos”.
Además, critica las pedagogías dictatoriales, defendiendo una “pedagogía basada en evidencias que acompañe a los docentes”. “Hay que redimensionar la pedagogía hacia una disciplina que acompañe y ayude a los docentes, especialmente por parte de personas con experiencia dando clase y que no participe en la toma de decisiones en Secundaria, Bachillerato y la Universidad”.
Espejo también señala la necesidad de defender “una profesión docente respetada, crítica e independiente” que acabe con los “docentes presionados para aprobar a toda costa”. Y, muy importante, acabar con el “acoso por parte de los inspectores”. “La inspección debe estar centrada en maximizar los aprendizajes, los inspectores no pueden ser una policía política que solo busque docentes sumisos y aprobados masivos”, subraya.
El catedrático recuerda la base de que en la educación debe prevalecer el aprendizaje y que las leyes deben respetar la libertad de cátedra, sin dogmas pedagógicos que promuevan una hipertrofia metodológica. Igualmente, defiende poner fin a la formación ideologizada del profesorado a cargo de pedagogos.
Para concluir, Ramón Espejo destaca que hay que implantar una educación con objetivos y medición de resultados porque “un centro educativo no es una comuna hippie” donde predomine el mindfulness. Una educación sin ocultación, disimulo ni trampantojos donde haya “transparencia” y “rendición de cuentas a la sociedad” para dar “información veraz a las familias sobre qué estudian sus hijos, cómo y para qué”.
“Basta de la usurpación de funciones”, recalca Espejo, que asegura que el “alumnocentrismo es maximizar los aprendizajes del alumno y empoderarlo para que cree sus valores”, no reducir todo al acompañamiento y a las facilidades del estudiante.
“El sistema no va bien y solo podremos mejorarlo si admitimos lo que en el fondo todos sabemos. No tenemos las generaciones mejor preparadas de la historia sino las peor y más idiotizadas. Y desde luego no es culpa de ellas”, reafirma.