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Presentación del libro «La belleza de lo trágico» del que es autora Maru Bernal

¿Tiene sentido hablar de belleza, que pide atención y olvido de uno mismo, en un mundo tan apresurado y ensimismado como el nuestro?

Claro que bien podríamos preguntarnos si podemos dejar de hacerlo, ya que el anhelo de belleza es inherente a la condición humana. Sucede algo raro con la belleza, No hay forma de explicar qué es, pero la reconocemos al instante cuando aparece. Hablar de belleza es hacerlo de un mundo de apariciones y preguntas. Todos los totalitarismos son mundos de respuestas. Preferimos juzgar a comprender, contestar a preguntar. La vida de los hombres y las mujeres de hoy transcurre entre dos abismos: a un lado, el abismo del fanatismo; al otro, el del escepticismo absoluto. El anhelo de belleza, inherente a la idea del arte, habla de una nueva vía. Una vía que tiene que ver con lo amoroso, entendido como hechizo, visión, acceso a una realidad encantada. De todo esto quiere hablar esta colección.

Anotamos aquí unos pocos títulos de un proyecto interminable, pues la belleza también habita en el horizonte y en el tiempo: La belleza del delirio, de lo incompleto, del remiendo, de lo pequeño, del sueño, del afuera, de la palabra, de los animales, de lo que no existe, del silencio, del cine, de la escritura, de los jardines, de los locos, de lo oculto, de los cuentos, del barrio, de lo pequeño, de traducir poesía, de los muertos, del vagar de la infancia, del caminar, de las cosas, del fracaso, del viajar etc.

Todos ellos podrían resumirse en un único título: La belleza de la ilusión, pues es justo ese vivir ilusionado lo que queremos reivindicar. Un vivir que no solo sea espera de lo sabido, sino también de lo que desconocemos. Estar ilusionado es no conformarse, llenarse de preguntas, querer saberlo todo de lo que nos gusta. Su mundo es el mundo de las fabulaciones de los niños, los poetas y los amantes.

Esta colección de Eolas ediciones está dirigida por Gustavo Martín Garzo y las imágenes de las cubiertas son del fotógrafo José Ramón Vega.

El diseño de la misma es obra de Miguel Riera y toda la estructura de los libros está al cuidado de Alberto Rodríguez Torices.

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