Ahora León / Texto: V.Véles / Imagen: S.Arén
La actual desconfianza de los ciudadanos en sus gobernantes y en la clase política en general se sustenta, principalmente, en el hecho de que están obligados a formar parte de un sistema que ha dado la espalda a muchos de ellos. Un establishment que les dejó de lado, rescatando a la economía y no a las personas, dando razones a sinrazones y permitiendo que las incoherencias se paseen a sus anchas por las calles.
Una de ellas, de la que tuve la desgracia de reflexionar hace pocos días, es el hecho de que en los hospitales se paga por poder ver la televisión, mientras que en las cárceles se trata de un servicio gratuito. Hay veces que uno no sabe ni qué emoticono usar.
Derechos de pacientes versus privilegios de presidiarios, en una batalla que la excusa de la crisis económica se ha encargado de desequilibrar a tijeretazo limpio. Como es mejor ponerse una vez colorado que cien amarillo, ahora que se obró el milagro de formar un Gobierno puede ser buen momento para terminar con estos particulares taxímetros de las habitaciones de hospital.
Un pequeño guiño, un simple gesto a las puertas de la Navidad. Siempre habrá de donde rascar como por ejemplo de la, a buen seguro, suculenta caja que se hace día a día en los parkings de hospitales como el de León. Esa es otra, al final habrá que pedir créditos para mantener el ingreso de uno de los tuyos.
Unos servicios complementarios a la altura del notable nivel del sistema sanitario español son posibles. Se trata de dejar de ver hospitales como empresas, de ponérselo un poco más fácil a los que están allí puesto que hasta la fecha ninguno fue por gusto.
Los Gobiernos tienen el reto de recuperar la coherencia como aliada del progreso. Quitarse el traje y pasearse por las calles, dialogar con esos despropósitos, conocerlos para terminar con ellos. Básicamente, hacer su trabajo y que cada uno intente, lo mejor que le sea posible, cumplir con su deber. Los médicos a curar, los plumillas a escribir y los políticos a solucionar.