Ahora León / Opinión / Texto: Isidro García
Los padres son arquitectos que edifican una persona. Este símil cobra un gran sentido porque el desarrollo de un niño puede muy bien compararse con la construcción de una casa, pero en vivo, y es labor de los padres que educan.
Una casa se empieza a construir por los cimientos, que en el niño es el cableado básico (conexiones neuronales) de su cuerpo que conecta el cerebro con los sentidos y los sistemas musculares en desarrollo. Es un cableado para la supervivencia y aparece en todos los movimientos, que al principio son reflejos, lo mismo que lo son la respiración y los latidos del corazón; más tarde los movimientos serán voluntarios si el cableado está bien.
En los cimientos no hay pensamiento, que se instalará en el piso superior; pero el comer, dormir, estar seguro, estar abrigado y el movimiento sí viven allí, en los cimientos. Construir los cimientos es un largo y tortuoso proceso que los padres propician, pero todo el desarrollo posterior va a edificarse sobre el cableado que realiza el desarrollo físico y que es básicamente SENSO-MOTRIZ (bloques y cemento).
El movimiento es la clave, cada movimiento cablea o refuerza el cableado. La lucha denodada del bebé moviéndose contra la gravedad con sus músculos y sus sentidos, va logrando hitos de desarrollo que dan la consistencia a los cimientos porque cada logro crea nuevos enlaces neurológicos en su cerebro. Así va progresando hacia la independencia en una lucha muy potente camino de la libertad que se sitúa en los dos pisos que se construyen sobre los cimientos: el cerebro emocional -la labor más delicada de toda la paternidad -, y el cerebro cognitivo – que surge por sí mismo espléndido si los dos anteriores están bien establecidos-.
Cada destreza dominada, por pequeña que sea, es un fuerte pilar en su desarrollo ya que las destrezas subsiguientes se apoyarán sobre las anteriores y sobre el cableado establecido por el desarrollo físico. Los sentidos son bloques y los músculos cemento que, unidos, dan bases firmes, estables y sin fisuras que, de producirse, comprometerán la estabilidad de los dos pisos sobre cimientos: sus emociones y su inteligencia.
Merece la pena que los padres dediquen tiempo, energías y cuidados para ver a la naturaleza desarrollar cada sentido y dominar cada músculo en secuencia, de forma que el hermoso edificio de afectos, sentimientos y capacidades intelectivas quede asentado sobre cimientos sólidos y estables para el disfrute paternal.
Los sentidos ponen en marcha al cerebro y éste a los músculos para la acción. Es muy difícil medir el desarrollo de los sentidos (hay que estar muy alerta para indicios), con los músculos es muy fácil: lo que hace el niño y lo que no hace. Indispensable, pues, que los padres proporcionen una generosa dieta sensorial, de juego, de actividades y “saber hacer”. Dieta abundante, rica y variada para cada uno de los cinco sentidos y mucho movimiento que llegue a ser capaz de expresar, de producir respuestas a toda la información que llega por los sentidos y elabora el cerebro. Sin olvidar que hay también unos sentidos internos que en el niño se desarrollan con el ejercicio y el movimiento; y son estos sentidos internos los que van consiguiendo tono muscular, orientación en el espacio, experimentar el tiempo, planificar los movimientos, estimar las dimensiones; logrando estabilidad y equilibrio corporales; y, poco a poco, progresar en la coordinación de movimientos hasta llegar al control o dominio de los mismos. Y una vez en ello, pocas dificultades pueden aparecer y, mucho menos, el temido TDAH (o lo que sea…), dificultades escolares o conductas alteradas.
¡¡Atención padres!!: Todo lo anterior es naturaleza, lo trae el niño en su oculto “libro de instrucciones”. Ahora bien, como en muchos órdenes de la vida y del mundo, a menudo interferimos, molestamos y hasta desviamos a la naturaleza causando con ello retrasos, parones, dificultades, alteraciones o barreras al desarrollo. Una de las barreras más frecuentes hoy día, consiste en que el niño sea enchufado desde muy pequeño, primero a la TV y poco después a todos o cualquiera de los muchos aparatos tecnológicos que atan al niño, parado, sedentario y con un exceso de estimulación visual en detrimento de los demás sentidos. El desequilibrio no integrador está servido con ello. Y, lo que es aún peor, escasez de movimiento y de actividades físicas, verbales y manipulativas que desarrollan las destrezas, el lenguaje, las habilidades para responder (respons-abilidades). Carencia de experiencias en contacto directo con la realidad, con el mundo real, con lo social y, muy especialmente con su propio cuerpo en equilibrio, en coordinación y en control tanto estático como dinámico que solo el movimiento los desarrolla.
Lo real proporciona experiencia, que es lo esencial; lo virtual solo aporta estímulos o sensaciones para las que el niño no tiene aún respuesta, se disipan.
Necesitamos que nuestros niños jueguen como se jugaba en el pasado, que exploren el mundo tridimensional en todas sus formas y contornos reales-naturales; un mundo en el que suban y bajen, se embarren y corran y salten, también en los charcos,…
“Si quieres que tus hijos salgan bien adelante, dedícales el doble de tiempo y la mitad de dinero que tú piensas que deberías dedicarles”, nos dice Esther Selsdon. ¡¡Cuánta sabiduría!!
Lo que se requiere para criar un niño es:
- Tiempo de padres
- hacer cosas juntos
- muchos abrazos
- montones de reconocimiento y ánimos
- hablar mucho el uno con el otro, incluso antes de que el niño hable
- comentar experiencias
- muchas oportunidades para aprender del mundo real (lo menos posible del virtual)
- abundante juego al aire libre y naturaleza
- aprender a DETENERSE, a parar, a estar tranquilo.
Criando a tu hijo estás moldeando una vida ¡Merece la pena hacerlo con el máximo cuidado!
¿Quieres más, mucho más sobre todo esto?: El Método “Mind Moves” y
M, de Jager & L, Victor. 2014. “Juega Aprende Descubre”. Barcelona: Edit. Juventud