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El conocimiento léxico es uno de los recursos fundamentales para la elaboración de un texto, sin embargo, la mayoría de los estudios se han centrado en su relación con la comprensión lectora, y menos en su potencial contribución a la calidad de los textos. En este campo se ha centrado un estudio realizado por las investigadoras Mercedes López Aguado, Teresa Llamazares Prieto y Mª Dolores Alonso-Cortés Fradejas, profesoras de las áreas de Métodos de Investigación y Diagnóstico en Educación y de Didáctica de la Lengua y la Literatura.
‘Profundidad de vocabulario y su contribución a la calidad textual en los primeros años de Educación Primaria’ es el título de este estudio que ha sido publicado en la Revista Journal for the Study of Education and Development y galardonado como Outstanding Paper Award 2021 in the thematic area of Learning And Instructional Processes. Además, la plataforma de divulgación científica The Conversation se hizo eco el pasado mes de diciembre de este trabajo que publicó bajo el título informativo ‘¿Escribimos mejor si conocemos más palabras?’.
El principal objetivo de esta investigación se ha centrado en ver cómo evoluciona el nivel de profundidad de vocabulario y la calidad de los textos producidos en los primeros cursos de Educación Primaria, además de comprobar el efecto de ese manejo de vocabulario en la calidad textual. Para ello, las investigadoras contaron con la participación de 332 estudiantes hablantes monolingües de 7 escuelas de 4 ciudades españolas (Almería, Cádiz, Ciudad Real y Valencia), a quienes se les solicitó que escribieran cinco textos descriptivos después de haber valorado individualmente su profundidad de vocabulario a través de un inventario de 28 palabras para aportar un sinónimo y otras 28 para producir un antónimo.
828 TEXTOS DE 332 ESTUDIANTES DE PRIMARIA
“Tuvimos en cuenta cuatro aspectos en la evaluación de la profundidad de vocabulario, preguntando a los niños y a las niñas por sinónimos y antónimos de determinadas palabras: que hubiese un cambio de lexema (que se proporcionara una palabra diferente a la palabra dada); que se ajustara al sentido de significado solicitado; que mantuviese la categoría gramatical (un adjetivo) y que el participante proporcionase una palabra que aparece como sinónimo o antónimo en cuatro diccionarios tomados como referencia”, explica Alonso-Cortés.
De igual modo, y con el fin de respetar las características propias del lenguaje infantil, se contemplaron como respuestas de alta valoración aquellas “que eran resultado de una metáfora o comparación –por ejemplo, fideo como sinónimo de delgado, o enano como antónimo de alto; aquellas palabras que podían considerarse válidas en un determinado registro o variedad –por ejemplo, machote como sinónimo de fuerte o “cagao” como antónimo de valiente; y otras también admitidas en un contexto infantil: por ejemplo, bueno como sinónimo de listo –“como consecuencia de la frecuente valoración de los adultos ‘es un niño muy bueno y muy listo’”- o enfadado como antónimo de guapo -“como consecuencia de la frecuente apreciación de los adultos ‘cuando te enfadas te pones muy feo’”-, concretan las investigadoras.
Por otro lado, la calidad de los textos producidos por los participantes (en total se evaluaron 828 textos) fue valorada en función de la productividad, el índice de subordinación y la estructura textual. Los resultados del estudio -según sus autoras- demuestran, por un lado, “que el nivel de profundidad de vocabulario, concretado en el uso de sinónimos y antónimos, mejora en el transcurso de la Educación Primaria”, y por otra parte, que aquellos niños y niñas que saben más sinónimos y antónimos, “escriben textos más largos, mejor estructurados y sintácticamente más complejos”.
INVESTIGACIONES EDUCATIVAS CON ENFOQUE LINGÜÍSTICO
Las autoras consideran que, además de los resultados, los sistemas utilizados para la evaluación del conocimiento léxico y para la evaluación de la calidad de los textos “constituyen contribuciones importantes pues se trata de constructos que tienen en cuenta las características evolutivas de los niños de Educación Primaria pero también que los productos que se evalúan son productos lingüísticos que no pueden ser adecuadamente valorados por investigadores sin una formación lingüística sólida”.
En este sentido, este trabajo de investigación confirma la necesidad de que las investigaciones sobre la adquisición de la lengua y sobre los procesos de enseñanza-aprendizaje de la gramática y de las destrezas comunicativas “sean llevadas cabo, como investigaciones educativas, pero con un enfoque lingüístico”, es decir, y, como en este caso, por especialistas en Didáctica de la Lengua.
Otra de las conclusiones del trabajo de Alonso-Cortés, Llamazares Prieto y López Aguado es el hecho de que pone a disposición de los distintos agentes del sistema educativo un conjunto de evidencias que permiten concretar algunos de los resultados de aprendizaje de la expresión escrita que, “al menos en el currículo español, están formulados de una forma un tanto imprecisa”. Además, deja patente que existe una relación entre las ganancias evolutivas respecto a profundidad de vocabulario y a calidad textual, “lo que permite aventurar que sería una práctica pedagógica efectiva el vincular la instrucción del vocabulario con la comprensión lectora y la composición textual”.
En un futuro próximo las autoras van a desarrollar un estudio de intervención en el que se exploren los efectos de un proceso de instrucción dirigido a incrementar la profundidad de vocabulario sobre la calidad tanto de los textos descriptivos como de otro tipo de textos.