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Llega un momento en el que tienes que parar y fijarte en las cosas buenas que hace la gente

Las buenas personas tal vez solo sean aquellas que se preocupan por hacerle bien a los demás la mayor parte del tiempo.

Soy PAS (Persona Altamente Sensible), empiezo diciendo que no me gusta nada esta forma de identificarme, pero es lo que hay de momento.

Me aterra escuchar noticias de guerras, de lideres déspotas y dictadores y otros que parecen tontos y hacen lo que les da la gana, mientras los ciudadanos de a pie asistimos atónitos a lo que sucede, sin hacer nada, absolutamente nada.

Cómo PAS, mi cabeza esta en continuo funcionamiento, en busca de ideas, soluciones, formas de hacer que las cosas buenas sucedan. Se que no puedo parar la guerra, que no puedo evitar el hambre, pero si puedo influir en mi entorno más cercano para visibilizar a la buena gente. Porque las cosas buenas suceden, así lo vivo cada día en la asociación que presido (activosyfelices.net)

Creo que ha llegado el momento de poner en valor a la buena gente, aunque he de decir que las buenas personas generan una mezcla entre interés y terror.

Quizás este temor surja de la convicción de que las buenas personas son frágiles, o acaso sensibles. Nadie quiere defraudar a una persona que es buena. Siempre es más fácil equivocarse ante alguien que, como uno, a veces hace las cosas bien ya veces mete la pata hasta el cuello. También esta el otro lado del prisma, la buena gente es tonta.

¿Por qué las buenas personas nos generan desconfianza? ¿Por qué tenemos que poner en duda todo lo que hacen?

Es quizás porque las buenas personas suelen ser generosas que nos es difícil distinguir entre la bondad, la generosidad y la mera amabilidad, pero sin duda las tres pueden darse por separado. La amabilidad puede que sea la menos interesante de las tres. Lo cortés no quita lo valiente. Tal vez sea por eso que nos inquieta tanto cuando nos tratan mal gratuitamente.

La generosidad, por su lado, parecería ser un asunto más complejo. Para empezar, a veces resulta un poco escurridiza. Por ejemplo, al no ser lo mismo dar desde la abundancia que desde la escasez, podríamos pensar que la generosidad no implica necesariamente bondad. A la generosidad le sigue sin esfuerzo la desconfianza. Sabemos que el dar desinteresado es difícil de encontrar y, por lo tanto, difícil de creer. De ahí la reacción, aunque solo sea por un instante, de indagar en búsqueda de posibles motivos ulteriores. Tememos a la falsa generosidad, que a lo mejor es por contraste lo que da valor a la genuina generosidad.

Las buenas personas no sólo son buenas en virtud de lo que hacen, sino también de las intenciones detrás de sus acciones. Puesto así, las buenas personas tal vez solo sean aquellas que se preocupan por hacerle bien a los demás la mayor parte del tiempo. Ese “solo” es lo que hace grandes a las buenas personas, sencillez, sentido común y valores. ¿Os recuerda a alguien en concreto?

Creo que, llegado el momento de convertir la bondad, la generosidad y la  amabilidad en un arma de construcción masiva ¿Qué opinas?

Belen Aren

Presidenta de la Asociación Activos y Felices

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