En el lenguaje habitual de la DGT y las crónicas de sucesos, suele haber un culpable recurrente: el conductor. El exceso de velocidad, la distracción o el consumo de sustancias son, sin duda, factores determinantes. Sin embargo, existe un enemigo silencioso y a menudo ignorado por las administraciones que no aparece tanto en las campañas de sensibilización: la falta de visibilidad por un mantenimiento deficiente de las vías.
Circular por nuestras carreteras hoy en día parece, en ocasiones, un ejercicio de fe. Llegar a una rotonda y encontrarse con un seto de dos metros de altura, un monumento de dimensiones faraónicas o, sencillamente, una selva de malas hierbas que nadie ha tenido a bien desbrozar, es garantía de riesgo. Garantizar la visibilidad no es una opción estética, es una obligación de seguridad.
La rotonda como muro visual
Las rotondas se diseñaron para agilizar el tráfico y reducir la gravedad de los impactos, pero muchas se han convertido en obstáculos insalvables para la vista. El diseño urbano ha priorizado a menudo la ornamentación sobre la funcionalidad. ¿Qué sentido tiene colocar una estructura artística o un jardín frondoso si estos impiden ver al vehículo que ya circula por el anillo?
Cuando un conductor se incorpora a una vía sin ver quién viene, no siempre es por imprudencia; a veces es porque la administración ha colocado un muro verde o de piedra en su línea de visión. En estos casos, la DGT y los titulares de las vías (Ayuntamientos, Diputaciones o Estado) tienen una responsabilidad directa que no pueden eludir.
El peligro de la maleza olvidada
No solo hablamos de monumentos. El abandono del mantenimiento en los márgenes de las carreteras y en las medianas es alarmante. Las hierbas altas que ocultan señales de «Stop», pasos de cebra o la propia trazada de la curva son trampas que el conductor no puede prever.
Si la DGT exige vehículos en perfecto estado y conductores con los cinco sentidos alerta, es de justicia exigir que la vía esté en perfectas condiciones de «lectura». Una carretera que no se ve es una carretera que no se puede conducir de forma segura.
Una responsabilidad compartida
La seguridad vial es un contrato entre el ciudadano y la administración. El ciudadano pone la prudencia y el cumplimiento de las normas; la administración debe poner infraestructuras seguras y bien mantenidas.
Es hora de que los atestados de tráfico empiecen a reflejar con más frecuencia el estado de la visibilidad de la zona. No todo es «velocidad inadecuada». A veces, el accidente ocurre porque el conductor iba, literalmente, a ciegas. Limpiar las hierbas, podar las plantas y ubicar los monumentos con criterio técnico y no político no es solo mantenimiento: es salvar vidas.