La Jefa del Servicio de Cultura y Patrimonio, Amelia Biaín, ha firmado este viernes 11 de octubre el acta de recepción de la obra de conservación preventiva en el hospitalillo del Pozo Viejo, parte integrante del conjunto etnológico denominado Conjunto Minero de Fabero, incoado como Bien de Interés Cultural este mismo año, y que forma parte de las edificaciones que la empresa Antracitas de Fabero tenía en la localidad de Lillo del Bierzo.
El objetivo principal de la intervención ha sido atajar el estado de ruina del inmueble, especialmente de su cubierta. El proyecto que describe las obras ha sido redactado por el arquitecto D. José Ramón Fernández Molina y ha sido adjudicada la obra a la empresa Bideal Sociedad Cooperativa. El importe de la inversión realizada es de 32.248€, incluyendo la contratación de la obra y los honorarios técnicos, y ha sido financiada íntegramente por la Dirección General de Patrimonio.
Las obras han consistido en el refuerzo y apuntalamiento de aquellos elementos que ponían en riesgo la estabilidad estructural del edificio. El proyecto también ha ofrecido la oportunidad de recabar información para una futura restauración y propuesta de uso del edificio.
Pozo Viejo
El área industrial denominada Pozo Viejo está ubicada en la localidad de Lillo del Bierzo. Se trata de un grupo minero de extracción vertical que estuvo en funcionamiento desde los primeros años del S. XX hasta mediados del siglo, cuando comenzó la actividad del Pozo Julia.
Se desarrolla a partir de un castillete, con su embarque y la casa de máquina, que constituyen las piezas más antiguas del grupo y que ha sido restaurado por la Dirección General de Patrimonio en 2017. Junto a ellas se encuentran un inmueble residencial, que responde a la tipología de cuartel, de planta rectangular y una sola altura, y otro edificio de gran desarrollo en altura que albergaba las oficinas de la empresa.
Algo más alejado del castillete, se localiza un grupo ordenado de edificaciones promovidas en la década de los cincuenta del siglo pasado, organizadas en torno a calles amplias, en las que los edificios se distribuyen según su función residencial o dotacional. A este último uso pertenecen talleres y almacenes, una estación de servicio, garajes y un muelle de carga, así como los dos inmuebles más representativos de esta parte dotacional; el sanatorio médico (conocido como «hospitalillo») y el economato de la empresa.
El hospital es uno de los edificios más significativos de este conjunto, perfectamente equipado con todo lo necesario para atender a los accidentados o a aquellos afectados de dolencias propias derivadas del trabajo, que ofrecía además servicios de medicina preventiva y contaba con sala de operaciones propia.