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Sucedió en Grajal de Campos, otoño de 1107, Raimundo de Borgoña delira en su lecho de muerte bajo la mirada de su joven esposa, Urraca, desconsolada. A su lado está el padre de la infanta, el rey Alfonso VI, su hermano Guido, y sus dos hijos: Sancha y Alfonso. Ellos integrarían el cortejo fúnebre que, horas después, partió hacia Santiago de Compostela, lugar en el que Raimundo recibió sepultura y donde todavía hoy reposan sus restos.
Las últimas horas del gran señor feudal, las conversaciones palaciegas que quedaron prendidas de los paramentos de la Casa-Palacio de los Condes, susurrarán de nuevo el nombre del magnate más poderoso del reino en una experiencia inmersiva que combina historia, teatro y nuevas tecnologías, precisamente en el enclave en el que sucedieron los hechos que ahora se recrean.
«La muerte en Grajal de Raimundo de Borgoña, mano derecha del rey Alfonso VI, enterrado en la vecina población de Sahagún, fue un momento muy significativo en la historia de la villa, un hecho que ha quedado grabado en ese espacio y que ahora se podrá escuchar, revivir en primera persona, acompañando al noble en su despedida», explican desde el Ayuntamiento de Grajal de Campos que vuelve a apostar por el mix cultura- gastronomía como vehículo de dinamización y atracción turística.
Detrás del montaje escénico está la compañía de teatro amateur ‘Telón Abierto’, con base de operaciones en Sahagún, y que habitúa en sus espectáculos a mezclar teatro de actores con proyecciones o sonidos, una marca de la casa que han aplicado en su producción artística más reciente, vinculada a la dramatización de visitas a conjuntos históricos.
La representación visual y sonora de la muerte de Raimundo de Borgoño tendrá lugar el día 12 de agosto, sábado, desde las 19:00 horas. Habrá un total de cinco pases cada media hora hasta las nueve de la tarde. Las entradas (10 euros) se pueden reservar hasta el once de agosto en la Casa- Palacio de los Condes de Grajal de Campos o a través del teléfono: 628 510 242.
Maridaje graliarense
El Ayuntamiento de Grajal de Campos apuesta nuevamente por maridar gastronomía y cultura. Y es que, después de cada representación, se habilitará una zona de catas donde se podrán degustar alguno de los productos que se elaboran en la comarca. El cóctel incluye un par de copas de vino, embutido, queso y dulce, todo ello servido en el patio del palacio, ambientado para la ocasión.
Algunos datos históricos sobre Raimundo de Borgoña
Raimundo de Amerous o de Borgoña, hijo de Guillermo I, conde de Borgoña y de Estefanía de Barcelona, (Dijón, Francia, 1065 – Grajal de Campos, 20 de septiembre de 1107), llegó a España no mucho después de la conquista de Toledo por los cristianos, en 1085, y de los comienzos de la invasión de al- Andalus por los almorávides, precisamente para colaborar con las armas cristianas contra la presencia musulmana en la Península.
Raimundo de Borgoña consiguió labrarse un porvenir en la Península, al casarse con doña Urraca, una de las hijas del rey de León Alfonso VI, y convertirse, antes de que terminara el siglo XI, en verdadero señor feudal de Galicia, además de recibir de su suegro la custodia señorial de los antiguos territorios de Coímbra y Portucale.
El compromiso formal de boda o los esponsales entre Raimundo y Urraca, que había nacido hacia 1080, se celebraron antes del año 1090, el mismo en que murió el rey de Galicia. El rey de León dio entonces el gobierno de Galicia a Raimundo y a su hija Urraca, que vieron así reforzada su posición en el contexto político de la Monarquía.
Como es sabido, además, Raimundo aportó a la Monarquía leonesa un refuerzo importante para sus relaciones con la casa de Borgoña, y, por tanto, también para la influencia cluniacense en el occidente peninsular, iniciada ya en tiempos de Fernando I.
Dentro del territorio portugués su autoridad se fue extendiendo a lugares como Santarém, Lisboa y Sintra, las últimas fortalezas conquistadas; lo que suponía ampliar muchísimo los horizontes de sus dominios, los más occidentales del reino de León, a lo largo de toda la costa atlántica.
Raimundo fue durante toda su vida —no llegaría a sobrevivir a Alfonso VI— el magnate más poderoso del reino, como lo demuestra el hecho de su presencia casi continua en la corte, junto al Monarca, y confirmando sus documentos inmediatamente después de los Soberanos, junto a su mujer doña Urraca. Él mismo tuvo su propio séquito, una verdadera corte en Galicia, donde su poder e influencia, sin llegar a neutralizar la del Monarca, fueron casi absolutos.
Sin duda, Raimundo fue un hombre competente en quien, a pesar de sus posibles diferencias y antipatías, Alfonso VI pudo confiar misiones delicadas dentro y fuera de Galicia. Así lo demuestra su labor repobladora por tierras de Zamora, Ávila y Salamanca, que sin duda le fueron encargadas por el Monarca y que incluían, por lo menos en los dos últimos casos, un reforzamiento de las bases militares frente a los ataques almorávides.
Su presencia en la corte de León, o junto al Rey en sus frecuentes estancias en Sahagún, donde se tomaron importantes decisiones para todo el reino, se vio facilitada al ser nombrado conde o tenente de Grajal de Campos en 1098
A partir de entonces, allí, en Grajal, el conde Raimundo residió con relativa frecuencia.
En 1106 Raimundo de Borgoña se puso enfermo en Zamora y, aunque pudo recuperarse, murió al año siguiente en Grajal, posiblemente el 20 de septiembre.
Poco antes de su fallecimiento, el día 13 de aquel mismo mes y año, favoreció por última vez a su amigo y colaborador el obispo Gelmírez de Santiago, a quien entregó el monasterio de San Mamede de Piñeiro, a orillas del Tambre. El preámbulo del documento de concesión, como era habitual, aunque de forma un poco más solemne, hacía referencias y consideraciones sobre la salvación eterna de los donantes, como si Raimundo intuyera cercana su muerte.
Cuando ésta acaeció, sus restos mortales fueron trasladados hasta Santiago para ser enterrados en su catedral. Su sepulcro se encuentra actualmente en la capilla de las reliquias de dicho templo, aunque en un principio, hasta el siglo XVI, estuvo situado en el pórtico septentrional de la basílica. Su hijo, el futuro Alfonso VII, que prácticamente no llegó a conocer a su padre, fue reconocido poco después como su sucesor en Galicia.