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Ahora León / Noticias de León / Texto: Elena P. Rueda
La situación que actualmente vivimos, me tiene continuamente reflexionando.
No niego que tengo sesgo de apreciación, por una parte como Lda. veterinaria y dietista, además de por edad, e incluso siendo puntillosos por ser mujer.
Aceptando la parcialidad de mis reflexiones, contemplo escandalizada la desatención que nuestros ancianos están recibiendo. Con horror asisto al aumento del número de fallecimientos, tanto en las residencias, como en casa. Ante tanta pérdida, me pregunto, si después de esto, aprenderemos algo de los sacrificios del ahora. También si lograremos aprender de todas las experiencias que han permitido a esa longeva generación llegar hasta hoy, además de vivos, bastante sanos. Una experiencia para imitar lo útil, desechando lo inútil.
Nuestros mayores, son la envidia del mundo civilizado en cuanto a longevidad. Atribuyéndose a las bondades del sistema médico ese éxito. Con estupor, he tenido que escuchárselo a nuestro ministro de Ciencia y Tecnología Señor Duque. Siendo que no es una persona con formación y experiencia en ninguna rama de las ciencias de la salud, obviaré su comentario.
A tener en cuenta, que esta generación, ha llegado hasta hoy, a partir de una brutal selección natural en su infancia y adolescencia. Los más fuertes, sobrevivieron las escaseces de guerra y postguerra. Resistieron todos los reveses, con determinación y trabajo. Gracias a todos sus muchos esfuerzos y renuncias, han salido adelante, mejorando sus condiciones de vida, pero sobre todo, las de sus hijos. Nos han legado los cimientos del estado del bienestar, y por supuesto el sistema sanitario que hoy tiene la obligación de atenderles, desde el cuidado real, que es mucho más, que proporcionar un lote de pastillas cada mes.
Este sistema sanitario, desgraciadamente está obviando algo de vital importancia que ha contribuido a “mantener su salud”, un hábito tan simple y efectivo como su forma de comer durante décadas.
Utilizaron, utilizan una alimentación centrada en productos e ingredientes básicos. Con los cuáles elaboran platos, saludables y sencillos, a un precio fabuloso, para estirar así sus exiguos presupuestos. Un hábito, que en su jubilación está permitiendo, ayudar incluso a sus hijos y nietos sin trabajo. El potaje de la abuela, con poco alimenta bien, a muchos.
Para mí es un ejemplo, contemplar como mi madre de 87 años, organiza su compra y menú, es activa en su vida, cocinado para su nutrición diaria, basada en conocimientos prácticos del más puro sentido común. Recuerdo una frase continua en mi infancia, “eso, no es comida”, referido a refrescos, galletas, dulces.
Nuestros ancianos, enseñaron a mi generación una cocina, una compra basada en la legumbre con verduras de estación y proximidad. Con carne, pescado, huevos, dosificados para balancear la dieta, además de la economía. Los dulces, pocos, se tomaban, como dice una amiga mía “los días que repicaban a gordo”, es decir en contadas ocasiones, en cantidades limitadas. Ya ven señores, tantos avances en nutrición, tantos avances científicos, para acabar en el punto de partida, los saberes de las abuelas.
Si algo funciona, en lugar de cambiarlo, mejóralo. Es una pena contemplar, como el sistema de bienestar, presta escasa atención a la alimentación que nuestros ancianos reciben en sus residencias. Cada vez que llega a mis manos una planificación dietética de muchas de ellas me espanta. Las necesidades de un anciano, son muy diferentes a las de una persona de 40 años. Además por supuesto, siempre hemos de de proporcionar unas características de sabor, textura, palatabilidad y disfrute. Porque la mejor dieta, tiene además de saludable, tiene que ser sabrosa.
Me sorprende también, que aquellos que siguen en sus domicilios, carezcan de un seguimiento en su alimentación por parte de un dietista. Cuando la alimentación es el pilar de su salud. Siempre es el pilar de nuestra salud.
Somos una sociedad cada vez más envejecida. El objetivo actual no es vivir más, es hacerlo con la máxima calidad de vida. Que esta sea activa, positiva y feliz. Para que en las décadas avanzadas de la vida, sigamos aportando a la sociedad. Más cuando la tendencia es prolongar la edad de jubilación.
Por ello reclamo a las autoridades, que uno de los pilare fundamentales de la atención comunitaria, de la salud, el médico de familia, tenga a su lado un lugarteniente, que junto con el enfermero, permita constituir un formidable trio de atención. Que el dietista ocupe su posición en el cuidado de la comunidad ocupándose de la alimentación de los ciudadanos antes de la enfermedad. Hacer una verdadera prevención, para a salud, en lugar de diagnosticar sólo la enfermedad. Todos ganamos, incluido el sistema que conseguirá mayor eficiencia, eficacia y sostenibilidad. La buena comida ahorra recursos, que pueden ser empleados en otras labores.
La figura del Dietista, incluye tanto al Técnico Superior en Dietética como al Técnico Especialista en Dietética y Nutrición. Ambos son indispensables para la salud de la comunidad. Actuar desde la prevención con la alimentación es crucial.
Desde el año 1976 la Formación Profesional cuenta con la figura del dietista, es lamentable que existiendo tal titulación, el sistema sanitario sólo lo haya incluido en algunas CCAA. Miles de profesionales formados con recursos públicos desde ese año, no están siendo aprovechados por el mismo sistema público, al que tanto pueden aportar.
Elena P. Rueda Lda. en Veterinaria y Dietista