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Después del 8 de marzo…

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En 2019, por el 11 de febreroDía de la Mujer y la niña en la ciencia, se organizaron más de 2.200 actividades en toda España, con grandes instituciones científicas, como el CSIC, volcadas en su celebración, e investigadoras de todos los campos visitando centros escolares; para el 8 de marzo habrá otros tantos eventos, a lo que se suman grandes manifestaciones y diversas formas de huelga.

Se han escrito numerosos artículos y se han abierto debates, algunos, específicos sobre la cuestión de la igualdad y la inclusión de las mujeres en la ciencia. También han aparecido críticas. Yo lo considero enriquecedor, siempre que la discusión sea argumentada y constructiva.

Si las mujeres no entran en el mundo tecnológico, se verán abocadas a asumir una brecha digital, a lo que se suma una brecha salarial

Uno de los aspectos cuestionados es si realmente resulta necesario ‘convencer’ a las niñas de que escojan carreras científicas en áreas consideradas tradicionalmente ‘duras’: ingeniería, física, matemáticas. Una respuesta rápida (y en abstracto) es “no”. En primer lugar, insistir en determinadas áreas, en detrimento de otras, no tendría sentido: queremos una sociedad en la que se desarrollen todas las ramas del conocimiento, no solo en las mencionadas.

Sin embargo, como explicaba la profesora de la Universidad del País Vasco Marta Macho-Stadler, estas áreas son una parte importantísima del futuro cercano, y si las mujeres no entran en el mundo tecnológico, se verán abocadas a asumir una brecha digital, a lo que se suma una brecha salarial (ya que estás son profesiones muy demandadas).

En segundo lugar, evidentemente no es cuestión de convencer a nadie de que haga algo que no quiere, cada cual debería escoger la carrera que se le antoje. Pero este no es, en ningún caso, un objetivo ni del 11F ni del 8M, ni, en general, de ninguna iniciativa que fomente la presencia de las mujeres en la ciencia. Por el contrario, no se trata de convencer, sino de informar y educar para corregir una situación desigual: precisamente, el que aún no todas las personas puedan escoger con libertad la carrera que deseen.

Hay más barreras que las legales

Aunque en la mayoría de los países ya no existen barreras legales que impidan a las mujeres acceder a estas áreas del conocimiento, los siglos de prohibición y opresión han modelado un sistema que sigue reproduciendo desigualdades de diverso tipo. Factores como el género, raza, clase social, procedencia, etc. siguen acotando nuestras posibilidades, y además, limitando la potencia de la ciencia. Al final, si solo desarrolla la investigación un grupo homogéneo de individuos, se pierden amplitud y perspectivas.

Los mecanismos que operan son a veces muy sutiles, pero, prestando un poco de atención, pueden observarse en diversas situaciones. Por ejemplo, en que en las carreras con mayor fama de difíciles haya, por lo general, menor número de chicas.

Alguien podría decir que simplemente, son temas que no atraen a las chicas. Sin embargo, la informática, por ejemplo, sí era una tarea de mujeres en sus inicios, cuando se consideraba una labor mecánica; pero cuando fue incrementando su valor social (después de que los ordenadores entraran en las casas y se construyera el imaginario social del freakse convirtió en una carrera de hombres.

Y en matemáticas, mientras que la ocupación más popular de los licenciados era la docencia (de nuevo, una profesión con menor prestigio social que, por ejemplo, la de un ingeniero de datos para Google), las chicas tendían a escogerla mucho más que ahora, que las matemáticas se han convertido en la carrera de moda y sin desempleo. En concreto, el porcentaje de mujeres se ha reducido del 46 % al 38 % en 10 años.

Parece evidente que existe una relación entre prestigio intelectual y la distribución por género de las tareas, aunque, de media, las estudiantes saquen mejores notas que sus compañeros.

¿Más inseguras?

Entonces, ¿es cosa de las niñas, que, aunque tengan iguales capacidades y curiosidad, son más inseguras? Si esto es así, deberíamos considerar esta situación como una cuestión social de la que todos somos partícipes. Tiene que ver con lo que creemos deseable, lo que premiamos, lo que castigamos, lo que reproducimos. Prejuicios, estereotipos.

¿Alguien opina que no? Hay muchos estudios de género que exploran esta cuestión, por ejemplo este. La asociación de mujeres matemáticas WOMAT, con base en Madrid, organiza hoy una interesante charla sobre este tema con la filósofa Havi Carel (Universidad de Bristol) como protagonista.

También hay numerosas investigaciones que muestran que actividades como las del 11F, que ponen en contacto a mujeres científicas con niñas, ofreciendo modelos en los que se puedan ver reflejadas y cuestionando prejuicios preexistentes, incrementan las vocaciones.

Aquí no termina el debate, hay muchas otras preguntas interesantes. Por ejemplo, una vez hemos convencido a las niñas de que pueden optar por estas disciplinas, porque son capaces y la ciencia es atractiva, emocionante, y se decidan por cursar carreras STEM, ¿se quedarán? ¿Llegarán a romper el techo de cristal?

Podríamos ir más allá, y reflexionar sobre si la carrera científica es o no incluyente y atractiva para todos y todas. ¿Es sana la competitividad que exige? ¿Las dinámicas que imperan son buenas para la ciencia? ¿Podemos imaginar otro sistema científico?

También sería interesante evaluar si las actividades que organizamos apelan a todas las niñas por igual, o solo a las que son más parecidas al resto de la comunidad científica. ¿Cuántas niñas o investigadoras gitanas han participado en el 11F? En general, ¿qué está pasando con otros colectivos infrarrepresentados en la ciencia? ¿Cuántos catedráticos afrodescendientes hay en las universidades españolas? ¿Cuántas personas de familias pobres llegan a las facultades de telecomunicaciones?

¿Deberían también las instituciones animar a los varones a dedicarse a tareas relacionadas con los cuidados o contribuir a aumentar su valor social?

Por otro lado, dado que en otros campos de la ciencia (enfermería, farmacia, biología) vinculados a los cuidados y considerados ‘casualmente’ como femeninos, hay muchos menos hombres, ¿habría que hacer algo al respecto? Estas ocupaciones son importantes, valiosas, y también tienen que ser asumidas por el conjunto de la sociedad, ¿estamos haciendo algo para que así sea? ¿Deberían también las instituciones animar a los varones a dedicarse a estas tareas o contribuir a aumentar su valor social?

En este tema, como en muchos otros que fomentan una visión crítica de la realidad y abogan por un cambio, hay más preguntas que respuestas. Pero también tenemos certezas: sabemos que partimos de una situación injusta y que queremos cambiarla.

Como dice Marta Macho-Stadler, “la ciencia es el motor de nuestra sociedad, las mujeres tenemos derecho a participar en igualdad de condiciones, haciendo o decidiendo tendencias en investigación. Y la sociedad no puede seguir dejando de lado a personas con capacidades y creatividad sobradas para contribuir a su mejora”.

Por tanto, más allá de las conmemoraciones puntuales, es el momento de buscar soluciones, implementar estrategias y cuestionarlas, también, con visión constructiva.

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