
Es momento de exigir un cambio de mentalidad, de pasar del griterío a la acción. No se trata de pedir que los políticos renuncien a sus ideologías, sino que las pongan al servicio de un bien común.
Sirvan como ejemplo los dos articulos enviados por PP y PSOE de León en plena ola de incendios, fallecimiento de personas, perdidas materiales, y hectareas de bosque que sigue ardiendo
Me atrevo a dejar por aquí diez propuestas para que la clase política actual deje de lado los reproches y se centre en trabajar de forma constructiva. Aunque la verdadera solución pasa por ser una sociedad más crítica, unida y solidaria, porque “de momento” la sartén por el mango la tenemos los ciudadanos.
- Establecer protocolos de actuación unificada en emergencias
La gestión de las crisis no puede ser un campo de batalla político. Es vital crear una Ley de Coordinación de Emergencias que defina con claridad las responsabilidades y los recursos de cada administración. Un protocolo claro y unificado eliminaría la ambigüedad y evitaría que los responsables se enredaran en buscar culpables, permitiendo una respuesta rápida y eficaz ante cualquier tragedia.
- Formar a los políticos en diálogo y mediación
La confrontación es un hábito adquirido. Es necesario que los cargos públicos reciban formación obligatoria en técnicas de negociación, empatía y comunicación no violenta. Aprender a escuchar activamente y a buscar puntos de encuentro es un requisito indispensable para liderar una sociedad plural y diversa.
- Crear mesas de pacto de Estado que funciones de verdad
Los grandes temas de la nación, como la sanidad, la educación, el cambio climático o las pensiones, no pueden estar sujetos a los vaivenes de cada legislatura. La creación de mesas de diálogo permanentes, con representantes de todos los partidos, permitiría alcanzar pactos a largo plazo que brinden estabilidad y seguridad a los ciudadanos.
- Limitar la campaña electoral permanente
El constante modo electoral desgasta a la política y la aleja de la realidad. Regular los periodos de campaña podría devolver el foco a la gobernanza y la legislación, permitiendo que los políticos se dediquen a su labor de servicio público en lugar de a la búsqueda de un rédito partidista a corto plazo.
- Fomentar la crítica constructiva
La crítica es el motor de la democracia, pero el ataque personal la corroe. El Parlamento debe ser el lugar donde se debaten ideas, no donde se lanzan insultos. Un código de conducta estricto que sancione las descalificaciones ayudaría a elevar el nivel del debate público.
- Mucho mayor control y transparencia en la financiación y los intereses
La transparencia es el mejor antídoto contra las sospechas. Una mayor claridad en la financiación de los partidos y en la influencia de los lobbies permitiría a los ciudadanos comprender mejor las motivaciones de sus representantes y exigirles una mayor coherencia y responsabilidad.
- 7. Revalorizar el trabajo parlamentario
Los debates en el Congreso y el Senado, a menudo eclipsados por las tribunas mediáticas, son donde se gestan las leyes que afectan a nuestras vidas. Es fundamental dar más relevancia a este trabajo legislativo, más sosegado y riguroso, que a los discursos simplistas y polarizadores de los mítines.
- Poner en valor la colaboración y el consenso
El consenso debe ser una virtud, no una debilidad.
- Promover el pensamiento a largo plazo
Es urgente dejar de lado las políticas pensadas solo para ganar las próximas elecciones. Los políticos deben comprometerse con proyectos que beneficien a las generaciones futuras, como un plan nacional de reforestación a 50 años o una reforma estructural de la sanidad, con crear una sociedad pensada para jóvenes y mayores…
- Escuchar a la ciudadanía y a los expertos
Las decisiones no deben ser monopolio de los políticos. Es vital crear canales de participación ciudadana efectivos y tener en cuenta las opiniones de los expertos y de la sociedad civil organizada. Cuando las políticas se basan en evidencia y en el sentir de la gente, la confrontación partidista pierde fuerza.
En definitiva, es momento de que nuestros políticos demuestren que la política no es un fin en sí mismo, sino un instrumento para resolver los problemas de las personas.
La sociedad está hablando estos días, cada vez estamos más listos para pasar del ruido a la acción. Ahora les toca a ellos.