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Hoy 15 de marzo se celebra el día mundial del consumo responsable. Un día para, entre otras cosas, protestar contra los abusos y excesos y reflexionar sobre sus consecuencias. Todo lo vivido durante el último año ofrece un contexto a esta fecha que no podemos ignorar. La pandemia ha puesto de manifiesto la insostenibilidad del sistema económico y del modelo productivo vigentes, pues se nutren de la desigualdad y la sobreexplotación de los recursos naturales para sobrevivir. El feminismo, como movimiento político y social, ha denunciado desde hace tiempo al sistema capitalista y patriarcal, que nos ha querido vender las bonanzas del consumo y la globalización como acercamiento de culturas y apertura de fronteras cuando la realidad ha sido otra.
Son muchas las voces que han celebrado la reducción de las emisiones de carbono durante la pandemia, como si hubiéramos ganado una batalla contra el cambio climático. Sin embargo, la realidad es muy distinta.
Este pequeño impacto positivo a corto plazo está muy lejos de la transición reflexiva y deliberada que se necesita para abordar el mayor desafío al que se enfrenta la humanidad: el enorme desequilibrio ecológico en nuestro planeta causado por la creciente demanda humana. Así, la pandemia de la Covid-19 no es sino una consecuencia más del consumo desenfrenado que mantiene nuestro desequilibrado sistema de producción actual.
Es importante que entendamos que nuestras decisiones de consumo, por pequeñas que parezcan, tienen un impacto sobre el planeta. El desmedido consumo de recursos naturales y materiales para sostener el actual modelo de producción y consumo y la agresión de la actividad humana hacia la biodiversidad no sólo chocan con los límites del planeta, sino que además crean las condiciones perfectas para que se produzca el salto de enfermedades desde la vida salvaje a las personas.
Al destruir la biodiversidad eliminamos las barreras que nos protegen de los brotes de enfermedades contagiosas, nocivas para el ser humano, como el coronavirus y ponemos en peligro la vida. En la actualidad, las enfermedades que proceden de los animales causan aproximadamente 700,000 muertes al año, de acuerdo con un estudio de la Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES, por sus siglas en inglés)
Este informe estima además que existen 1 millón 700 mil virus no identificados que viven en animales y aves que pueden infectar al ser humano.
Consumismo y desigualdad de género Según un informe de la OMS, los efectos del cambio climático afectan más a las mujeres .
La ONG Oxfam destaca la relación entre pobreza, género y desastres asociados al clima, a la vez sostiene que las mujeres son los pilares de las sociedades. Según esta entidad, cuando se producen catástrofes naturales, afectan con más intensidad a las comunidades más pobres.
L as mujeres representan el 70% de la población que vive por debajo del umbral de la pobreza y por lo tanto, soportan la carga más pesada. Además, el actual concepto de consumo también es una forma de violencia contra las mujeres pues nos exige responder a unos cánones de belleza y comportamiento impuestos por el patriarcado.
Nos cosifica y nos convierte en objetos de consumo que refuerzan los estereotipos sexistas. Frente al consumismo capitalista y la visión antropocéntrica de la naturaleza, desde el feminismo apostamos por un consumo consciente. Son muchas las acciones que podemos comenzar a introducir en nuestras vidas a nivel individual para empezar nuestro viaje hacia el consumo responsable. Por ejemplo: apostar por el consumo de proximidad y temporada que no dañe el medio ambiente, evitar al máximo el uso plásticos,reducir la producción de residuos y evitar el derroche de agua y energía
