Con la llegada del frío, los días más cortos y la disminución de actividades al aire libre, muchas personas mayores pasan más tiempo en casa. Estos cambios en la rutina, unidos a posibles dificultades de movilidad, pueden aumentar el riesgo de aislamiento y soledad, factores que influyen de forma directa en la salud emocional y física. Aunque durante los meses fríos toda la población reduce sus salidas, en el caso de las personas mayores este descenso suele ser más marcado, lo que incrementa la probabilidad de sentirse desconectadas de su entorno habitual.
“El aislamiento social en las personas mayores no solo afecta al estado de ánimo, sino que también se asocia con un mayor deterioro cognitivo, pérdida funcional y un riesgo más elevado de depresión. En esta época del año, en la que el clima invita a quedarse en casa, resulta fundamental mantener una vida activa y un contacto frecuente con familiares, amigos y cuidadores”, explica Miriam Piqueras, directora médica de Sanitas Mayores.
“La conexión con los demás tiene un efecto tan relevante como el ejercicio físico o la buena alimentación. Más que la frecuencia de las visitas, influye la calidad de los momentos compartidos. Las conversaciones que evocan recuerdos y las actividades sencillas realizadas en compañía suelen reforzar el interés y generan una sensación clara de acompañamiento, algo especialmente relevante para quienes viven solas”, detalla Alfonsy Díaz Sánchez, Neuropsicóloga de Sanitas Mayores.
Los expertos señalan que conservar una vida social activa no depende únicamente de las relaciones personales. El entorno, los hábitos cotidianos y las posibilidades reales de participación también influyen de forma notable en el estado emocional. Por ello, proponen algunas pautas que pueden resultar útiles durante los meses de invierno:
- Programar actividades sociales con regularidad: establecer horarios para llamadas o encuentros presenciales ayuda a crear rutinas estables. La previsibilidad ofrece seguridad y favorece que la persona mayor se sienta acompañada.
- Participar en actividades grupales adaptadas: Las actividades que incluyen música, lectura, manualidades o juegos organizados en residencias, centros de día o espacios comunitarios favorecen la interacción y estimulan la memoria. Cuando estas propuestas se ajustan al nivel funcional y a los intereses de cada persona, suelen resultar más motivadoras y mantienen su atención durante más tiempo.
- Mantener un propósito diario: cocinar recetas sencillas, cuidar plantas, colaborar en tareas domésticas o participar en iniciativas comunitarias proporciona una sensación de utilidad y refuerza la autoestima.
- Estimular la curiosidad y el aprendizaje continuo: aprender un hobby, un idioma o el uso de herramientas digitales mantiene la mente activa y genera temas de conversación que fortalecen los vínculos sociales.
- Combinar socialización y actividad física ligera: realizar pequeños paseos en interiores, caminar a un ritmo cómodo o participar en ejercicios suaves en grupo ayuda a mejorar la movilidad y abre espacios de interacción que refuerzan el vínculo con otras personas.
“El invierno no tiene por qué traducirse en aislamiento si existe planificación. Contar con un calendario sencillo de actividades, identificar los momentos en los que suele aparecer la sensación de soledad y preparar alternativas ayuda a mantener una rutina activa”, concluye Miriam Piqueras, de Sanitas Mayores.