Ahora León / Texto: V.Vélez / Imagen: S.Arén
No es ningún secreto que una de las obras maestras del séptimo arte, y considerada por muchos como mejor película de todos los tiempos, es “Ciudadano Kane”. Una joya cinematográfica de 1941 cuyo argumento gira en torno a una investigación periodística sobre la palabra Rosebud.
Traducido comúnmente como el capullo de la rosa, para cualquier cinéfilo que se precie Rosebud también es el epitafio pronunciado por el ficticio magante Charles Foster Kane en el film de Orson Welles. Aquel personaje ambicioso, brabucón, polémico y ostentosamente millonario que caricaturizaba al grandilocuente empresario de la prensa William Randolph Hearst.
Si bien el cine siempre ha dado por asumida la brillante y mordaz parodia de Welles a Hearst, no se quedaría atrás una posible actualización de la misma con un calco de Donald Trump. El magnate americano ha protagonizado una campaña electoral al más puro estilo Kane, izando la bandera del sensacionalismo en el trayecto que lo ha llevado hasta la Casa Blanca.
Como Trump, Kane también llevó a cabo una campaña política para ser Gobernador de Nueva York construida en torno al poder de su imperio periodístico. Algo similar ha ocurrido con el nuevo Presidente de Estados Unidos, quien con el respaldo mediático de sus voceros afines ha logrado tumbar a incontables huestes de detractores y demostrar que, afortunadamente solo en América, el dinero todo lo puede. De esta manera, Trump ha hecho posible el inacabado sueño de Kane y Hearst.
Donald Trump ha conseguido que Rosebud deje atrás el bello significado de anhelo por el tiempo perdido que le confirió Welles, para retornar a su acepción original de capullo. Si bien matizada, porque deja atrás la delicadeza de la rosa para centrarse en las espinas. Unas espinas que, preso de sus propias palabras, portan el veneno del racismo, la homofobia, la misoginia y la violencia.
Y es que este parece un tipo bastante capullo. Planteamientos peligrosos y odios desenterrados que encierran la amenaza, todavía mayor, de haber sido legitimados por 60 millones de ciudadanos estadounidenses.
La pregunta que todo aquel que conserva el juicio se hace es cómo ha podido llegar un personaje como Trump a dirigir la mayor potencia del planeta. El cambio prometido por Obama parece que no enamoró a los norteamericanos y la alternativa Hillary Clinton menos aún, mientras que el discurso visceral y populista del republicano ha sabido calar en todos aquellos descontentos con el sistema del Tío Sam.
El capitalismo y la globalización parecen igualarnos a todos por debajo, lo cual está generando un descontento de las clases medias en todo el planeta. Movimientos populistas de distinto signo parecen levantarse a ambos lados del Atlántico y siembran desconcierto por el recuerdo de etapas de la historia que creíamos ya cerradas y cicatrizadas.
No obstante, que no cunda el pánico. Trump se ha convertido en político y como tal no cumplirá sus promesas. Levantar un muro en la frontera con México o deportar masivamente inmigrantes, parecen la versión más estúpida y retrógrada de propuestas de campaña como bajar los impuestos o mejorar carreteras. Y, después de todo, el nuevo inquilino de la Casa Blanca no parece pertenecer a esa rara avis de políticos honestos que cumplen con su palabra.