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El Bosco, Goya, los iluminadores medievales, los creadores de antiguas mitologías entre otros quizás abandonaron el antropocentrismo y comenzaron la creación de una gigantesca partitura musical de mundos diferentes pero conectados entre sí.
“Sin olvidar que a cada propiedad de una especie viviente corresponde otra de su mundo circundante” von Uexküll.
En la pandemia la zoodiversidad amplió territorios. Esto es una propuesta de trazos y manchas con tinta para ampliar territorios en un diálogo entre seres sintientes y la naturaleza.
En oposición a lo que nos propone Maillard, los animales no son conceptos, son individuos concretos.
El perro, el caimán, la cebra…son sujetos y dejan de ser acontecimientos. Adoptan un comportamiento nada natural, fuera de una atmósfera que les es propia o que los individualiza.
Cuando el artista dibuja al grillo, este se desprende del suelo donde estaba depositado, de su quehacer cotidiano y ocupa otro espacio donde los humanos no lo esperarían. Diríamos que en esa pugna entre el ser humano y el animal haya triunfado el segundo.
Es normal este nuevo cosmos pues es el hombre el que sigue al animal, ya sea porque estos seres vivos llegaron al mundo antes que los humanos, ya porque en la cadena evolutiva el hombre es posterior al animal.
No se trata de un animal-máquina, no es un autómata, carente de reflexión. Compartimos el mismo sistema general de conocimientos. No se trata de un movimiento mecánico sin experiencia.
Nos acercamos a unos seres sintientes que prestan atención a la vida o, superado este aspecto, se burlan de ella. Los animales no carecen de inventiva, facilitando un aprendizaje por imitación a los de su misma especie o convivientes.