
Mi reciente experiencia como acompañante en el Hospital del Monte San Isidro se puede resumir en una profunda contradicción. Por un lado, la admiración absoluta por la calidad humana y profesional del personal; por otro, la decepción ante unas condiciones físicas que nunca deberían permitirse en un centro de salud. Es la crónica de un sistema que se sostiene por sus trabajadores mientras sus cimientos, literalmente, se sobrecalientan.
Quiero expresar mi más sincero ¡Chapeau! a esa increíble cadena humana que cuida de nuestros enfermos. Desde médicos y enfermeras hasta auxiliares, celadores y personal de limpieza. Su dedicación es admirable, ofreciendo siempre una sonrisa y un servicio de una calidad inmensa a pesar de realizar su trabajo en condiciones que solo puedo calificar de infrahumanas. Soportar el calor asfixiante de estas últimas semanas en un entorno hospitalario es, sencillamente, inaceptable.
Y es aquí donde llega el suspenso, una crítica directa a los gestores del sistema sanitario de León. ¿Cómo es posible que, en lugar de mejorar las prestaciones, permitamos que se deterioren hasta este punto? Tener a los pacientes soportando un calor extremo no es un inconveniente menor; es un factor que dificulta su recuperación, agrava sus dolencias —especialmente en los más vulnerables— y somete a los cuidadores a un estrés físico y mental que atenta contra su dignidad.
No pretendo que esto sea una protesta inútil, sino un llamado a la acción. Señores gestores, la salud no puede esperar. El cambio climático es una realidad inexorable y cada año el calor será más intenso y prolongado. No pueden seguir postergando una inversión tan fundamental como es la climatización de un hospital, que es vital para la sanidad leonesa
He tenido la inmensa suerte de disfrutar durante mi vida de un sistema de bienestar extraordinario, uno por el que tanto luchamos. Me invade una profunda tristeza y decepción al comprobar cómo, legislatura tras legislatura, lo vamos perdiendo. Soy consciente de que las necesidades son muchas y los presupuestos finitos, pero les aseguro que esta no puede esperar más. Les pido que se empleen a fondo, aplicando su buen conocimiento y, sobre todo, el más básico sentido común. Qué pena que tengamos que pedir lo evidente.