Las cifras son frías, pero la realidad que esconden hiela la sangre. España se enfrenta a una crisis de exclusión residencial sin precedentes recientes. El sinhogarismo, lejos de remitir, escala posiciones como uno de los dramas más acuciantes del país. Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), una media de 34.145 personas pernoctaron diariamente en centros de atención durante 2024, lo que supone un incremento del 57,5% respecto a hace tan solo dos años.
Este repunte no es una estadística aislada, sino una tendencia que organizaciones como Accem confirman a pie de calle. La ONG ha lanzado la voz de alarma: entre enero y octubre de 2025 ya han atendido a 5.804 personas, una cifra que roza el total acumulado de todo el año 2024 (5.897). La exclusión va más rápido que el calendario.
La intersección entre pobreza y violencia machista
En una semana clave, donde coinciden el Día Europeo de las Personas Sin Hogar (23 de noviembre) y el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer (25 de noviembre), los expertos ponen el foco en una realidad a menudo invisibilizada: el rostro femenino de la pobreza extrema.
Aunque las estadísticas oficiales indican que las mujeres representan el 25% de la ocupación en centros, Accem advierte que el sinhogarismo femenino es mucho más difícil de cuantificar. Muchas mujeres no aparecen en los recuentos porque viven en infraviviendas, sofás de conocidos o, en los casos más dramáticos, soportan situaciones de explotación sexual, laboral o relaciones de abuso simplemente para evitar dormir a la intemperie.
El vínculo es innegable: las víctimas de violencia de género suponen ya el 18% de las atenciones en los dispositivos para personas sin hogar. Para muchas, la calle o el albergue es el último refugio tras huir de un maltratador.
El perfil de la vulnerabilidad: joven, migrante y precario
El análisis demográfico de Accem dibuja dos perfiles diferenciados por género y edad. Mientras que en los hombres (76,4% de los atendidos) predomina la franja joven de 18 a 34 años, en las mujeres el grupo mayoritario se sitúa entre los 35 y 49 años.
A esto se suma el factor administrativo como motor de exclusión. La «irregularidad sobrevenida» empuja a miles de personas a los márgenes del sistema. Según el INE, el 52% de quienes acuden a recursos habitacionales son personas migrantes o solicitantes de protección internacional, un dato que evidencia cómo la falta de papeles bloquea el acceso al mercado laboral y, por ende, a un techo digno.
Más allá del techo: una intervención integral
Ante esta emergencia, la respuesta no puede limitarse a una cama y un plato de comida. Accem despliega programas en siete comunidades autónomas que van desde la intervención directa en calle y asentamientos hasta centros de día que ofrecen atención psicológica, jurídica y sanitaria.
Sin embargo, la entidad insiste en la necesidad de aplicar una perspectiva de género en la acogida. Las mujeres en situación de calle arrastran traumas específicos que requieren espacios seguros. Por ello, la organización ha implementado programas piloto en Valencia y Madrid diseñados exclusivamente para mujeres víctimas de violencia machista que se encuentran sin hogar, intentando romper el círculo vicioso entre el abuso y la exclusión.
En un país donde la vivienda se ha convertido en un bien de lujo, las cifras de 2025 nos recuerdan que para miles de personas, tener una llave en el bolsillo sigue siendo una utopía inalcanzable.
