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Vincent Priessnitz, el genio del agua

Ahora León / Noticias de León / Opinión / Dr. Jorge Gutiérrez

La historia de este hombre merece ser conocida por la enorme repercusión que tuvo en el desarrollo de la hidroterapia o curación por medio del agua en el siglo XIX.

Mas meritorio aún es el hecho de que nunca estudió medicina, ni siquiera fue a la escuela, pues se crio en una familia de labradores y tuvo que dedicarse a las labores del campo desde muy joven.

Sin embargo su enorme capacidad de observación le permitió aprender del mundo animal el uso del agua fría como agente curativo, desarrollando y perfeccionando la técnica en los seres humanos con el paso de los años, hasta conseguir resultados increíbles con enfermos muy graves, desahuciados por la medicina oficial de esa época.

Tanto creció su fama que enfermos y médicos de remotos lugares acudieron a su establecimiento de baños para conocer sus métodos de curación

En pleno auge de la medicina tecnológica en la que estamos inmersos, resulta increíble descubrir como un hombre sin ningún conocimiento médico supo curar patologías tan graves con el solo uso de remedios naturales como el agua, el ejercicio y la alimentación sana.

La historia que sigue está basada en la lectura de varios libros, de los cuales los mas importantes son: Descubre el poder de la salud Natural ( Dr. Octavi Piulats . 2016 ) y El poder curativo del agua ( Jorge Sintes Pros.1978.Ed.Sintes S.A.).

El lector con ganas de mas información puede recurrir a ellos.

Vincent Priessnitz fue el sexto y último hijo del matrimonio formado por Franz Priessnitz y Teresa Happel, y vio la luz en 1799, en la localidad de Grafenberg de los sudetes europeos, que por aquellos tiempos pertenecía al imperio Austríaco y en la actualidad es parte de la república eslovaca.

Al nacer en una familia de campesinos, el destino del joven muchacho apuntaba hacia el oficio de labrador y a una vida tranquila y anónima. Sin embargo, Vincent sentía un amor enorme por la naturaleza, pasión que iba acompañada por unas geniales dotes de observación para todo lo vivo, en especial para los animales de su entorno. Así en una de sus escapadas al bosque de su aldea, presenció un acontecimiento que iba a cambiar el rumbo de su vida. Agazapado un día en las orillas de un estanque natural, cuyo agua se renovaba por medio de una cascada, observó de pronto la aparición de un gamo herido. El animal, tras lamerse repetidas veces la parte contusionada, penetró en la caída de agua y soportó el frio contacto del liquido durante algunos minutos, luego se alejó. Durante varias semanas estuvo el joven Priessnitz a la misma hora, pendiente de aquel gamo que volvía repetidas veces al estanque del bosque para efectuar la diaria ”cura hidroterápica”. Al cabo de cierto tiempo, ya con perfecta salud, el gamo abandonó definitivamente el paraje. Aquel muchacho amante de la naturaleza había recibido su primera y mas importante lección.

A partir de ese suceso, el joven empezó a seguir a los curanderos que solían ser llamados por los lugareños cuando enfermaba algún animal de labranza; Priessnitz observó que la mayoría de los éxitos de aquellos sencillos veterinarios se apoyaban en las compresas de agua fría que aplicaban sobre la piel de animales enfermos.

Pronto quiso hacer una prueba consigo mismo, habiéndose dislocado un dedo, sumergió sistemáticamente el mismo en agua fría, y se curó.

Asimismo se repuso de un grave accidente sufrido en el campo cuando las ruedas de su carro le pasaron por encima produciéndole aplastamiento de varias costillas y heridas abiertas. Fué llamado un cirujano para valorar sus heridas y este decidió que no había solución posible a sus heridas salvo la resignación ante la desgracia.

Pero Vincent no se rindió, el mismo debería ser el artífice de su salud, poseía un valioso antecedente, la lección recibida un tiempo atrás del ciervo herido que se había curado por medio del agua.

Tuvo que reponer las costillas en su lugar, lo consiguió después de varios intentos echándose sobre una mesa, apretando el abdomen con todas sus fuerzas y reteniendo el aliento todo lo posible, para poder dar extensión al pecho. Una vez las costillas en su sitio, lavó las heridas con agua fría y aplicó paños mojados en las partes lastimadas. Adoptó una dieta rígida y frugal, buscó reposo y bebió agua en abundancia. A los diez días ya podía hacer algún movimiento. Perseveró alentado por la mejoría que sentía hasta que, al cabo de un año, pudo reanudar sus ocupaciones en el campo.

No tardó en coger fama entre sus vecinos a los que recomendaba aplicaciones de agua fría para tratar dislocaciones, magullamientos y heridas. Su fama se extendió al mismo tiempo que aumentaban sus éxitos.

Comenzó con agua fría, unos trapos y una esponja y fue perfeccionando su método que muy pronto incluiría lociones, afusiones, duchas, baños, envolturas húmedas o compresas, sudores, irrigaciones, ejercicios al aire libre y alimentación sencilla y fortificante.

Todos los enfermos que eran atendidos a tiempo sanaban, esto representaba una revolución en la época, un peligro para muchos, por eso contra él se levantaron los ignorantes, los envidiosos y los representantes de los intereses afectados. Fueron los médicos los que encabezaron la oposición, seguidos de algunos habitantes del pueblo que pensaron que con la afluencia de público iban a escasear los alimentos.

Se le denuncia por brujería y , meses mas tarde cuando muere un paciente tratado por él – el primero-, que había llegado a Grafenberg en muy mal estado, se le denuncia por criminalidad.

La denuncia por brujería se apoyaba en el barro, al que los alguaciles consideraban como una pócima mágica. Priessnitz decidió no volver a usarlo.

La segunda querella fue mas difícil de batir, no obstante el día de la citación la sala se llenó de cientos de pacientes agradecidos que querían defender al joven. El juez se vio obligado a pasar la denuncia a otras audiencias.

Mientras, Priessnitz continuaba su labor y decidía transformar su casa y sus propiedades en un lugar destinado a la cura por el agua.

Al poco tiempo recibía la visita de cuatro doctores en medicina por la Universidad de Viena, que el gobierno central había mandado con la misión de zanjar definitivamente el “caso Priessnitz”.Aquellos hombres, que no pertenecían a aquella provincia, libres de prejuicios, acompañaron a Priessnitz en sus curas durante una semana, y al cabo de la misma redactaron un informe absolutamente favorable a él.

El noble señor de Törheim, enviado a Grafenberg por el emperador para controlar los hechos que ahí se producen así testifica:

“ Priessnitz, dice, no es un hombre común y esto lo reconocen hasta sus mismos enemigos. No es un charlatán, sino un espíritu animado del mas grande afán humanitario para llevar a cualquier parte alivio cuando sea posible. Sus sorprendentes aptitudes, su falta de pretensiones y sus preocupaciones hasta el punto de olvidarse de si mismo lo inducen a prestar ayuda al enfermo con infatigable actividad día y noche, complaciente, sereno y consecuente con sus acciones”, grandes virtudes para un médico.

Esta fue la última vez que Priessnitz tuvo problemas con la justicia y con los médicos.

El relato hecho por el escritor inglés R.T. Claridge, nos da una idea del tratamiento que se seguía en Grafenberg:

“Estaba preparado para cuando Priessnitz viniera a verme.La primera cosa que hizo fue rogarme que me desnudara y fuese al gran baño frio donde estuve dos o tres minutos. Cuando salí me dio instrucciones que ejecuté como sigue; a las cuatro de la mañana mi criado me cubrió con una gran manta con el objetivo de forzar la sudoración durante una hora, entonces me trajo unos zapatos de paja y bajé al gran baño frio, en el cual estuve tres minutos; luego me vestí y fui a tomar el desayuno, compuesto de leche, pan, mantequilla y fresas; a las diez, fui a la ducha, donde estuve cuatro minutos, retíreme a casa y tomé baños de asiento y de pies, cada uno de quince minutos; comí a la una; a las cuatro fui a la ducha, a las siete repetí el baño de asiento y el de pies, me recogí a las nueve y media, habiéndome cubierto mis pies y piernas con vendajes fríos, mojados. Continué este método durante tres meses y en este tiempo anduve mas de mil millas. Mientras estuve así, sujeto al tratamiento, gocé de mas salud y robustez que nunca en todo el tiempo anterior .A él le debo la total desaparición de mi reumatismo”.

Se calcula que en los 25 años que dirigió personalmente su casa de salud, atendió mas de 40.000 enfermos, de los cuales solo fallecieron 45, posiblemente recibidos muy graves, ya que es sabido que su sanatorio era refugio de los desahuciados por la medicina oficial.

Muchos hombres notables, entre ellos cientos de médicos, fueron a Grafenberg, algunos por curiosidad, otros por necesidad. Un caso que saltó a la prensa de la época fue la curación por Priessnitz del catedrático jefe de la Facultad de Medicina de Praga.

La pregunta que todos nos haríamos es la siguiente: ¿serían eficaces esos tratamientos para curar los enfermos de nuestra época?. Sin duda, no solo trató con éxito gran número de enfermedades agudas ( fiebres, erupciones cutáneas, abscesos, heridas, fistulas, hemorroides, inflamaciones, raquitismo, afecciones de los riñones y la vejiga etc), sino gran número de procesos crónicos como la neurastenia ( hoy conocido como fibromialgia), obesidad, tuberculosis, reumatismos…..

Priessnitz no llegó a cumplir los 60 años, falleció en 1851 victima de tuberculosis pulmonar. Cuando falleció sus ideas y métodos se habían extendido por toda Centroeuropa. Solo en Alemania se habían edificado unos 80 establecimientos dedicados a la hidroterapia, dirigidos generalmente por médicos que habían aprendido en Grafenberg o habían sido pacientes allí.

Con respecto a la historia del naturismo moderno, la figura de aquel campesino genial fue trascendental, sus teorías sobre la hidroterapia fueron el punto de partida sobre el que trabajaron los naturistas posteriores.

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