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Se repueblan dos palomares en Mansilla Mayor

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Hace cincuenta años, quizás más, que los palomares de Mansilla Mayor no recibían palomas en lo que es el final de un sueño que comenzó hace tres años cuando el ayuntamiento de Mansilla Mayor se lanzó a la recuperación de los últimos palomares que todavía resistían el abandono en el municipio.

Esta situación ha cambiado esta mañana, cuando han llegado de Palencia quince parejas de palomas bravías donadas por la empresa Apadrina un Palomar, una star-up que hace cuatro años se lanzó a explorar la cría de pichones como una oportunidad de desarrollo del territorio con dos objetivos: ofrecer una alternativa económica a jóvenes emprendedores a la vez que se salvan y proteges palomares tradicionales, verdaderas joyas de la arquitectura vernácula de nuestra tierra.

La ULE interesada en el proyecto

Los dos palomares repoblados servirán para investigar desde la Facultad de Veterinaria de la Universidad de León, las posibilidades y cruces entre palomas bravías y palomas mensajeras con el objeto de mejorar el rendimiento de la producción de pichones. Para este fin, el ayuntamiento ha contado con la experiencia del joven ganadero local Javier Redondo Rodríguez, un experto en cría de aves y que pilotará y coordinará el proyecto.

Dos palomares únicos

El Palomar octogonal de Nogales es una joya de la arquitectura tradicional leonesa, que forma parte de los edificios que seleccionó García Grinda en su prestigioso Atlas de la arquitectura popular leonesa que editó la Diputación de León en 1991. Este palomar, estuvo a punto de desaparecer hace tres años cuando se derrumbó casi totalmente. En la actualidad luce restaurado tras una inversión de 20.000€ del Instituto Leonés de Cultura a través de su línea de restauración de arquitectura tradicional y aportaciones del propio ayuntamiento de Mansilla Mayor.

Por su parte, el otro palomar ha sido restaurado por Pablo Meana y Choni Prada, que lo adquirieron y restauraron recientemente. Un palomar que en su origen cumplía una doble función: caseta de aperos y palomar y que había estado cerrado probablemente más de medio siglo.

“Ver palomas en los palomares es terminar un proceso de años de pelea pero sobre todo es recuperar nuestra historia y nuestra identidad” afirma el alcalde del municipio José Alberto Martínez, que ya piensa en poder degustar primeros los pichones que, si todo va bien, llegarán en los meses de verano. Y es que en estos primeros meses las palomas deberán estar encerradas en el palomar hasta que tengan las primeras generaciones de crías, una vez esto ocurra siempre volverán al palomar donde nacieron así que podrán volar ya libres por los campos de esta zona de León entre los ríos Esla y Porma.

La provincia de León tiene inventariados más de mil palomares, la gran mayoría en un estado de conservación muy delicado, a pesar de los esfuerzos del Instituto Leonés de Cultura que ha multiplicado los fondos para su conservación en los últimos años. La posibilidad de criar pichones y comercializarlos a través de iniciativas como Apadrina un Palomar abre una esperanza para estos edificios tan característicos del paisaje leonés pero sobre todo una puerta más para generar actividad económica en el mundo rural.

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